Más allá de los conocimientos que el curso me aportó, que fueron muchos, y de las posibilidades de ponerlos en práctica, que también se han presentado, el postgrado me desvió definitivamente del camino de la enseñanza y lo agradezco. A partir de entonces mi andadura fue más insegura, pero más rica en experiencias. Sin fe en ningún tipo de oposiciones relacionadas con el trabajo en los museos, hice prácticas y colaboraciones en galerías de arte, salas de exposiciones y museos y anduve unos años comisariando y coordinando exposiciones de patrimonio y arte contemporáneo.
Fue entre 1991 y 1992 cuando cursé el master de Zaragoza. Otras tres compañeras y yo, todos licenciados en Geografía e Historia y especializados en Historia del Arte, de la misma promoción, viajábamos por las tardes a Huesca, recien comidos y sin autovía. El estudio todavía se estaba cociendo y supongo que continuaría así algún año más. Hubo profesores más preparados que otros, asignaturas más jugosas que otras, pero, sobre todo, muy buena gente. Recorrimos el Serrablo (inolvidables, Enrique Satué y el ya fallecido Julio Gavín), viajamos a la Expo de Sevilla (una excelente oportunidad, bien aprovechada) y, en mi caso, pasé una semana en Bilbao, haciendo prácticas en su estupendo Museo de Bellas Artes, con Mariví Antoñanzas, de la que guardo un magnífico recuerdo.
El estudio me dio herramientas y claves básicas para moverme por esos espacios, trabajar entre piezas de todo tipo, algunas de gran belleza. Para mí, el curso fue el medio más a mano, en aquella época, para empezar a establecer un contacto más directo con el patrimonio. Pero el curso fue, ante todo, una baliza a seguir en medio de la desorientación que produce el fin de una carrera universitaria y, en definitiva, la puerta por la que me colé en un momento dado y que me ha llevado encontrar empleo no en museos, sino en la editorial Prames. Desde un punto más objetivo, la larga andadura de ese curso y su actual conversión en máster hablan de las enormes bondades del proyecto y del equipo humano que lo ha promovido desde el principio, al frente de él la profesora Almudena Domínguez, una gran profesional. Por ello, gracias y mucho ánimo en el futuro recorrido.
*Rafael Yuste Oliete (Promoción 1991-1992)
Apuesta de futuro laboral
Más allá de los conocimientos que el curso me aportó, que fueron muchos, y de las posibilidades de ponerlos en práctica, que también se han presentado, el postgrado me desvió definitivamente del camino de la enseñanza y lo agradezco. A partir de entonces mi andadura fue más insegura, pero más rica en experiencias. Sin fe en ningún tipo de oposiciones relacionadas con el trabajo en los museos, hice prácticas y colaboraciones en galerías de arte, salas de exposiciones y museos y anduve unos años comisariando y coordinando exposiciones de patrimonio y arte contemporáneo.
El estudio me dio herramientas y claves básicas para moverme por esos espacios, trabajar entre piezas de todo tipo, algunas de gran belleza. Para mí, el curso fue el medio más a mano, en aquella época, para empezar a establecer un contacto más directo con el patrimonio. Pero el curso fue, ante todo, una baliza a seguir en medio de la desorientación que produce el fin de una carrera universitaria y, en definitiva, la puerta por la que me colé en un momento dado y que me ha llevado encontrar empleo no en museos, sino en la editorial Prames. Desde un punto más objetivo, la larga andadura de ese curso y su actual conversión en máster hablan de las enormes bondades del proyecto y del equipo humano que lo ha promovido desde el principio, al frente de él la profesora Almudena Domínguez, una gran profesional. Por ello, gracias y mucho ánimo en el futuro recorrido.
*Rafael Yuste Oliete (Promoción 1991-1992)